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La sociedad colonial de Saint Domingue |
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Índice de fichas Azúcar |
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Saint Domingue era la colonia más rica durante la época del mercantilismo europeo. Su relación con Francia era compleja. Sus hacendados blancos, conocidos como los grandes blancos (“grand blancs”) resentían el dominio de la metrópoli. Desafiaban las políticas mercantilistas francesas, de una manera en que los hacendados azucareros de las Antillas británicas de esta misma época jamás hubieran rechazado el mercantilismo inglés. Con el tiempo, ya en vísperas de la Revolución Francesa, habían evolucionado una compleja e inestable visión independentista en muchas maneras parecida a la de las burguesías de la recién constituida república de Estados Unidos, especialmente la de su casta señorial terrateniente de los hacendados de las colonias del Sur. Al igual que estos señores de las plantaciones algodoneras, los hacendados de las plantaciones azucareras de Saint Domingue aspiraban a ser los dueños de un país en el que se gobernaran ellos mismos, los hombres blancos de considerable propiedad y fortuna, en exclusión política de las mujeres, de los blancos pobres y de todos las personas de color, fueran libres o esclavos. Grabado de la época de la llegada de los barcos al puerto de Port au Prince, la joya de la corona de las colonias francesas. Otro grabado de Port Au Prince de la época. Estos hombres, sin embargo, componían una ínfima minoría de la población general de la colonia, apenas una pequeña fracción de los 20,000 blancos que habitaban en Saint Domingue. La gran mayoría de esos blancos la formaba una población de pequeños propietarios, artesanos, taberneros, trabajadores manuales, diestros y no diestros, desempleados, e incluso las poblaciones marginadas dedicadas a la prostitución y otros tipos de delincuencias menores y mayores. Algunos podían poseer esclavos, pero en su mayoría apenas contaban con propiedad, generalmente ninguna educación formal y eran considerados como la costra inferior, indeseable, aunque mayoritaria, de la población colonial blanca. Se les conocía como los pequeños blancos (“petit blancs”), y su único sentido de valor social era no ser de color. Entre ellos había gente ignorante y belicososa; feroz y cruelmente racista. Como integrantes de un grupo social despreciado por los blancos principales de la colonia, se deleitaban en infligirle daño a las poblaciones no blancas, especialmente porque en el caso de las personas libres de color, éstos generalmente habían alcanzado posiciones económicas considerables en la colonia. En Saint Domingue habían, en 1789, unas 30,000 personas libres de color (“affranchis”). La mitad, aproximadamente, la integraban los mulatos hijos de blancos (usualmente hacendados o sus hijos varones) y esclavas de descendencia africana. Estos mulatos ocupaban un espacio social distanciado considerablemente tanto de los esclavos negros como de la población blanca, y eran rechazados con suma desconfianza por ambos grupos. Los "affranchis", en su afán de distinguirse de los negros esclavos, imitaban hasta el extremo ridículo las modas y manerismos de los "grand blancs". A la otra mitad pertenecían negros que habían ganado su libertad, comprándola ellos mismos, o recibiéndola de sus amos por cualquier razón. Los hijos que le nacían a estos esclavos después de ganar la libertad también se les consideraba personas libres. Muchas de estas personas libres de color amasaban fortunas considerables y adquirían propiedades importantes de tierras y esclavos. Las leyes que gobernaban las relaciones raciales en la sociedad colonial, conocidas como el Código Negro (“Code Noir”) no les permitía el consumo lujoso y extravagante, conspicuo entre los hacendados blancos, pero sí les permitía acumular propiedades y riquezas. Por cosecuencia, a pesar de que trataban de imitar a los blancos principales en todos sus hábitos y costumbres, las propias limitaciones de su casta social les obligaba a ahorrar. Con el tiempo, una cantidad de sus integrantes se convirtieron en algunas de las personas más acaudaladas de la sociedad colonial. El Código Negro gobernaba estrictamente las relaciones sociales entre los habitantes de Saint Domingue, y regulaba la conducta de los no blancos, aunque fueran libres. El trato que dispensaban a sus esclavos era al menos tan duro como el que exhibían los plantadores blancos hacia los suyos. La relación del amo de color hacia sus esclavos enfatizaba la diferencia social entre ambos. Al no poder descansar en ninguna ideología de superioridad racial, la irracionalidad de la esclavitud descansaba más en el peso desnudo de la compulsión y el autoritarismo, en las cadenas y el látigo, en la capacidad del amo no blanco de infligir dolor a su propiedad esclavizada. Por su condición de propietarios esclavistas, estos “burgueses de color”, firmes creyentes en la esclavitud africana, no se distinguían de los hacendados blancos en la manera dura y cruel en la que trataban a sus esclavos ni en sus ilusiones independentistas, excepto que en el país que ellos visualizaban, las terribles e inquebrantables barreras raciales desaparecerían y ellos compartirían con los blancos el poder político en ese país imaginado. Nada más lejos de los sentimientos de los blancos principales. Sus hábitos de rechazar todo lo que pareciera una herencia de sus antepasados africanos, y de imitar a los grandes blancos en todo lo que les permitieran las limitaciones del Código Negro les ganaban la burla y el desprecio de éstos. A pesar de la identidad de los intereses de clase, estos dos grupos nunca pudieron establecer unas bases perdurables de acción concertada para encarar los múltiples peligros que acechaban a ambos. Si los sueños de igualdad de las personas no blancas libres eran rechazados por los grandes blancos, estaban mucho más lejos aún de lo que los petit blancs estarían dispuestos a aceptar. La ascendencia económica de las personas libres de color alimentaba aún más la ferocidad de su racismo. El que en un número considerable de casos se vieran obligados a tomar dinero prestado y endeudarse con estas personas de color, y el sentido de inferioridad económica que esto inspiraba, sólo contribuía a subirle el fuego a su pasión racista. En el fondo de todos estos conflictos se hallaba la masa enorme de 500,000 esclavos de extracción africana, y los miles de cimarrones, esclavos que habían logrado escapar y refugiarse en las montañas. Una sociedad cerrada, la colonia de Saint Domingue era una inmensa olla de presión en la que habían diez esclavos por cada habitante libre, y más de diez personas de color por cada persona blanca que ejercía el predominio social sobre los no blancos. El grabado representa los dos extremos de la sociedad de Saint Domingue. A la cabeza de la sociedad, con la capacidad de extraer el trabajo sin remuneración, y de infligir cualquier castigo, el hombre blanco de propiedad, el "grand blanc". Encorvada, la mujer negra esclava, sometida y desprovista del reconocimiento de cualquier derecho y de su dignidad. Lo único que mantenía el orden, a duras penas, era una exigua capa burocrática que representaba a la Corona de Francia en la colonia, los soldados franceses que pudieran estar acuartelados bajo las órdenes de esos representantes reales, y las milicias que se organizaban bajo la dirección de las autoridades locales. Medio millón de esclavos, y los miles de cimarrones, eran la pólvora en espera de una chispa. Esa pólvora habrá que mirarla con mayor detenimiento. |
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